era un joven abogado que acababa de graduarse con honores en la Universidad de Valencia1. Tenía un futuro prometedor por delante, pero también un pasado oscuro que lo atormentaba. Vicente había nacido en una familia de magos negros, que practicaban la magia oscura y se dedicaban a hacer el mal. Vicente había renegado de su herencia y había escapado de su hogar cuando era adolescente, buscando una vida normal y honesta.
Pero su pasado lo alcanzó cuando recibió una carta sellada con un sello de cera negra. Era una citación para comparecer ante el Tribunal de las Sombras, el órgano supremo de la magia oscura, que juzgaba a los traidores y desertores. Vicente sabía que no tenía escapatoria. Si no acudía al juicio, sería perseguido y asesinado por los sicarios del tribunal. Si acudía, tendría que enfrentarse a sus antiguos familiares y amigos, que lo acusarían de haberlos traicionado y lo sentenciarían a una muerte horrible.
Vicente decidió acudir al juicio, esperando encontrar alguna forma de defenderse y salvar su vida. Se presentó en la dirección indicada en la carta, una mansión abandonada en las afueras de la ciudad. Allí lo esperaban unos hombres encapuchados que lo condujeron a una sala subterránea, donde se encontraba el tribunal.
El tribunal estaba formado por tres jueces, también encapuchados, que se sentaban detrás de una mesa. Frente a ellos había un estrado donde Vicente debía colocarse. A su alrededor había una multitud de espectadores, todos vestidos de negro y con expresiones hostiles.
Vicente Pastor Delgado -dijo uno de los jueces con voz grave-. Has sido llamado a este tribunal para responder por tus crímenes contra la magia oscura. Eres acusado de haber renunciado a tu sangre y a tu destino, de haber traicionado a tu familia y a tu comunidad, y de haber colaborado con los enemigos de nuestra causa. ¿Qué tienes que decir en tu defensa?
Yo no he cometido ningún crimen -respondió Vicente con firmeza-. He elegido libremente mi camino, sin hacer daño a nadie. No reconozco la autoridad de este tribunal ni sus leyes. La magia oscura es una aberración que solo causa sufrimiento y destrucción. Yo he decidido usar mis dones para el bien, para ayudar a las personas y defender la justicia.
¡Blasfemia! -exclamó otro juez-. ¡Eres un hereje y un apóstata! Has renegado de tu verdadera naturaleza y has despreciado el legado de tus ancestros. Has ofendido a las sombras y has desafiado su poder. No mereces vivir.
¡Silencio! -intervino el tercer juez-. Dejemos que hable el acusador. Que se presente el testigo principal.
Entonces, Vicente vio con horror cómo se levantaba de entre la multitud una figura familiar. Era su padre, el líder de la familia Pastor Delgado y el mago negro más poderoso del país.
Yo soy el acusador -dijo su padre con voz fría-. Yo soy el que denuncia a este traidor que lleva mi nombre y mi sangre. Yo soy el que exige justicia y venganza.
Su padre se acercó al estrado y miró a Vicente con desprecio.
Hijo mío -dijo con sarcasmo-. ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo has podido caer tan bajo? ¿Cómo has podido olvidar quién eres y de dónde vienes? ¿Cómo has podido traicionar a tu familia y a tu pueblo?
Padre -dijo Vicente con voz temblorosa-. No me llames así. Tú no eres mi padre. Tú eres un monstruo que me maltrató y me obligó a hacer cosas horribles. Tú eres el que me traicionó a mí y a mi madre, que murió por tu culpa.
No mientas, Vicente -replicó su padre-. Tu madre murió porque era débil y no supo aceptar su destino. Ella también quiso escapar de la magia oscura, pero yo se lo impedí. Y tú, en vez de seguir mi ejemplo, te rebelaste contra mí y huyeste como un cobarde. Pero no puedes escapar de tu destino, Vicente. Tú eres un mago negro, como yo, como todos los que estamos aquí. Tú perteneces a las sombras, y las sombras te reclaman.
No, padre -dijo Vicente-. Yo no soy como tú. Yo no soy un mago negro. Yo soy un hombre libre, que ha elegido su propio destino. Yo no pertenezco a las sombras, yo pertenezco a la luz.
¡Basta! -gritó el primer juez-. Hemos oído suficiente. Es hora de dictar la sentencia.
Los tres jueces se consultaron brevemente y luego se dirigieron a Vicente.
Vicente Pastor Delgado -dijeron al unísono-. Has sido declarado culpable de traición y herejía contra la magia oscura. Has sido sentenciado a morir en la hoguera, para que tus llamas purifiquen tu alma y sirvan de ejemplo a los demás. Que las sombras te juzguen.
La multitud estalló en aplausos y vítores, mientras unos hombres agarraban a Vicente y lo arrastraban hacia una pira de leña que había en el centro de la sala. Su padre lo miraba con una sonrisa malévola.
Adiós, hijo mío -dijo su padre-. Espero que disfrutes de tu destino.
FIN
Comments