Hoy fue un día muy especial para mí. Me levanté temprano y salí a la calle con mi perro, un simpático can llamado Max. Él es mi mejor amigo y me acompaña a todas partes. Fuimos al mercado, donde hay mucho comercio y movimiento. Me gusta ver a la gente comprar y vender frutas, verduras, ropa y otras cosas. A veces, yo también compro algo, pero hoy solo fui a mirar.
En el mercado, vi a un hombre que hacía dibujos a mano alzada. Era muy hábil y rápido. Con solo un lápiz y un papel, podía retratar a cualquier persona o animal con gran detalle. Me acerqué a él y le pregunté si podía dibujar a mi perro. Él aceptó y me cobró una pequeña suma. Le di el dinero y él empezó a trabajar.
Mientras tanto, yo observaba con atención su proceso. Él tenía un ojo muy agudo para captar los rasgos y las expresiones de Max. Empezó por el contorno de su cabeza, luego hizo sus orejas, su hocico, sus ojos y su nariz. Luego pasó al cuerpo, las patas y la cola. Finalmente, le dio sombras y texturas con trazos finos y gruesos.
El resultado fue impresionante. El dibujo era muy parecido a mi perro, casi podía sentir su pelaje y su calor. El hombre me entregó el papel y yo le agradecí con una sonrisa. Él me dijo que le gustaba mucho dibujar animales, porque eran más expresivos que las personas. Yo le dije que estaba de acuerdo y que admiraba su talento.
Me despedí de él y seguí caminando con Max. Él también parecía contento con su retrato, porque lo olfateaba con curiosidad. Guardé el dibujo en mi mochila y me propuse enmarcarlo cuando llegara a casa. Era un recuerdo muy bonito de mi perro y de ese día.
Mientras caminaba, pensaba en lo importante que es tener un foco en la vida. El hombre del mercado tenía el suyo: el dibujo. Yo tenía el mío: mi perro. Ambos nos hacían felices y nos daban sentido. Creo que todos deberíamos buscar nuestro foco, aquello que nos apasiona y nos motiva. Así podríamos vivir más plenamente y disfrutar más de cada momento.
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