Tía Clara era una mujer mayor que vivía sola en una casa en el campo. Le gustaba la tranquilidad y la naturaleza, pero también se sentía un poco sola. Por eso, decidió adoptar un perro para que le hiciera compañía. Buscó en internet y encontró una página web de una protectora de animales que ofrecía perros en adopción. Allí vio la foto de un cachorro de labrador que le robó el corazón. Se llamaba Toby y tenía unos ojos marrones y una nariz negra que le daban un aspecto muy tierno.
Tía Clara se puso en contacto con la protectora y les dijo que quería adoptar a Toby. La protectora le dijo que tenía que rellenar unos formularios y pagar una cuota de adopción. Tía Clara lo hizo todo sin pensarlo dos veces. Estaba muy ilusionada con tener a Toby en su casa. La protectora le dijo que le enviarían al perro por una empresa de transporte y que llegaría en unos días.
Tía Clara esperó impaciente la llegada de Toby. Preparó un lugar para él en el salón, con una cama, un comedero, un bebedero y algunos juguetes. También compró comida y golosinas para perros. Quería que Toby se sintiera cómodo y feliz en su nuevo hogar.
Un día, recibió una llamada de la empresa de transporte. Le dijeron que tenían un paquete para ella y que lo dejarían en la puerta de su casa. Tía Clara se alegró mucho y pensó que era Toby. Corrió a abrir la puerta y se encontró con una caja grande con agujeros. La cogió con cuidado y la llevó al salón. La abrió con emoción y se quedó helada al ver lo que había dentro.
No era Toby. Era otro perro muy distinto. Era un perro grande, peludo y gris, con unos ojos amarillos y unos dientes afilados. Parecía un lobo más que un perro. El perro la miró con desconfianza y gruñó.
¿Qué es esto? -exclamó tía Clara-. ¡Este no es Toby! ¡Este no es el perro que yo pedí!
Tía Clara buscó el teléfono de la protectora y les llamó para reclamar.
Hola, soy Clara, la mujer que adoptó a Toby, el cachorro de labrador -dijo tía Clara.
Hola, Clara -dijo una voz femenina al otro lado-. ¿Qué tal está Toby? ¿Ya ha llegado?
No, no ha llegado -dijo tía Clara-. Me han enviado otro perro por error. Un perro horrible que parece un lobo.
¿Qué? ¿Cómo dice? -dijo la voz femenina con sorpresa-. Eso es imposible. Nosotros le enviamos a Toby, se lo aseguro.
Pues no ha llegado -insistió tía Clara-. Me han enviado otro perro por error. Un perro horrible que parece un lobo.
¿Qué? ¿Cómo dice? -dijo la voz femenina con sorpresa-. Eso es imposible. Nosotros le enviamos a Toby, se lo aseguro.
Pues no ha llegado -repitió tía Clara-. Mire, le voy a enviar una foto del perro que me han mandado. A ver si usted lo reconoce.
Tía Clara cogió su móvil y le hizo una foto al perro que estaba en la caja. Luego, se la envió a la protectora por correo electrónico. Esperó unos segundos y volvió a hablar.
¿Ya la ha recibido? -preguntó tía Clara.
Sí, ya la he recibido -dijo la voz femenina-. Y no me lo puedo creer. Ese perro no es nuestro. No sé de dónde ha salido.
Pues de algún sitio ha salido -dijo tía Clara-. Y yo quiero saber dónde está Toby. Quiero que me lo traigan ya mismo.
Lo siento mucho, Clara -dijo la voz femenina-. Esto es un error muy grave. Vamos a investigar qué ha pasado y a encontrar a Toby. Le pedimos disculpas por las molestias.
No son molestias, son un engaño -dijo tía Clara-. Yo pagué por Toby y quiero a Toby. No quiero a este perro salvaje que me han enviado. ¿Qué hago con él?
Bueno, de momento, le rogamos que lo cuide y lo alimente -dijo la voz femenina-. No sabemos cómo ha llegado hasta usted, pero debe de estar asustado y confundido. Tal vez sea un perro abandonado o maltratado. Por favor, no le haga daño.
No le haré daño, pero tampoco lo quiero -dijo tía Clara-. Quiero que se lo lleven cuanto antes y me traigan a Toby.
Lo entendemos, Clara -dijo la voz femenina-. Le prometemos que haremos todo lo posible para solucionar este problema. Le mantendremos informada de cualquier novedad. Gracias por su paciencia y su comprensión.
De nada -dijo tía Clara con sarcasmo-. Adiós.
Tía Clara colgó el teléfono y miró al perro con desagrado. El perro la miró con recelo y volvió a gruñir.
Vaya lío en el que me he metido -pensó tía Clara-. ¿Dónde estará Toby? ¿Quién me habrá enviado este perro? ¿Qué voy a hacer con él?
Tía Clara suspiró y se sentó en el sofá. El perro se quedó en la caja, sin moverse. Los dos se quedaron en silencio, esperando a que alguien viniera a cambiar sus destinos.
por vicente pastor delgado
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